Hospital San Vicente de Paul en Saltillo

Por José Darío Saucedo

El Hospital San Vicente de Paúl estuvo situado sobre la calzada Antonio Narro que, en ese tiempo, llevaba el nombre de Calzada del Centenario.

Este edificio y la calzada fueron contemporáneos. Se le impuso el nombre a esa vía el año de 1910, como parte del programa de los festejos conmemorativos del primer centenario de la Independencia.

Transitando de norte a sur por la hoy Calzada Antonio Narro, entre las calles de “La Penquita”, hoy Pablo Mejía, y Fortín de Carlota, al lado izquierdo había una rampa de terracería que, en ese tiempo, desembocaba en ese hospital, acceso que aún existe, pero hoy nos lleva a una propiedad privada.

Aproximadamente a 60 metros del acceso, a la mitad del camino al edificio principal, se pasaba bajo un arco, que en tiempos que lo ocupó el Centro de Salud del Estado, ostentó ese nombre en la parte superior.

Desde ese punto, ya se tenía una vista completa de la blanca fachada de aquella edificación de estilo neoclásico.

En 1898, don Enrique Mass, quien fue su benefactor, adquirió una Quinta al que fuera gobernador del estado, José María Garza Galán. Estaba ubicada en un gran predio que colindaba con las calles de Emilio Carranza, Múzquiz, Purcell y Álvarez, lugar en donde se encuentra aún la casa que albergó al Asilo Trinidad Narro Mass.

El 28 de agosto de 1911, Francisco Narro Acuña, quien presidía el patronato, se dirigió a la Presidencia Municipal, representada por el señor Serapio Aguirre, solicitando una dotación de agua para cubrir las necesidades del nuevo dispensario. Hacía hincapié de que éste sería destinado a la beneficencia pública. En el pliego petitorio se solicitaba que el vital líquido fuera cedido a perpetuidad y que se tomara muy en cuenta las necesidades requeridas a futuro por este sanatorio.

Al mes de enviada la misiva, el señor Narro recibió una respuesta favorable a sus propósitos por parte de la Presidencia Municipal. Se le pidió que con su colaboración y la del ingeniero de la ciudad, Teodoro S. Abbott, se determinara la cantidad de agua a utilizar, de donde se derivaría el diámetro de tubería a usar, así como el lugar de donde sería suministrada esta agua. Toda la información requerida se presentó un 14 de septiembre del mismo año (fecha en que ya se trabajaba en la construcción del hospital en mención, obra a cargo del constructor Isidro Gelaber, un ingeniero de origen Catalán). Algunos de los datos técnicos enviados en este primer dictamen fueron anulados por carecer de credibilidad en sus cálculos, hecho que reconoció el ingeniero Abbott. El municipio, aprovechando esta revaloración en los cálculos, agregó una condición: esta petición sería otorgada siempre y cuando la tubería de esta línea abasteciera también a los habitantes de la parte sur de la población.

En el estudio definitivo, presentado por los ingenieros Abbott y Manuel Vitela, se hacía la aclaración que el líquido sería tomado de la línea de tubería de Buena Vista a la altura de la calle Primo de Verdad y que su largo sería de 500 metros, teniendo un desnivel de 12.80 metros hasta su destino. Se acordó que se debería poner tubería de fierro de dos pulgadas de diámetro en su salida. El hospital constaba de 80 camas; el personal a cargo para su funcionamiento sumaba en total 125 personas. Esto dio un consumo de 18 mil 750 litros por cada 24 horas. El ayuntamiento se comprometió a suministrar esa cantidad de agua para este este nuevo centro de salud, fallo en lo que también estuvo de acuerdo el gobierno del estado.

Con estos antecedentes, el notario público Eulogio de Anda se encargó de elaborar y darle validez a la escritura. El R. Ayuntamiento, representando por el presidente y el segundo sindico, dictaminó a favor de otorgar la donación de agua al Hospital San Vicente es a perpetuidad.

Espiridión Rodríguez Recio adquirió en el año 1907 un predio ubicado a 50 metros, aproximadamente del área que sería destinada a este hospital, propiedad que queda actualmente frente el acceso principal del centro de Readaptación para Menores, terreno que aún hoy sigue estando en posesión de los descendientes del señor Rodríguez Recio, que provenía del Real de Catorce, en donde se había desempeñado como encargado en alguna de las minas. Fue invitado a Saltillo a un festejo en el que conoció a Susana Silva Moreno, que sería su esposa. Ya instalado en esta ciudad, se dedicó a ejercer varios de los oficios que desempeñaba, como herrería y albañilería. El trabajo fue el motivo por el que se relacionó con algunos de los integrantes de la familia Arizpe, quienes tuvieron que ver en el patronato que se formó para echar a andar el hospital San Vicente. Él se encargó desde la limpieza del terreno y trazo, así como de quienes empezaron a hacer la cimentación para este edificio, bajo la supervisión del catalán Isidro Gelaber.

Cuenta su nieto Espiridión Rodríguez (19 marzo 2014) que escuchó a su abuela Susana decir: “A tu abuelo le tocó sacar muchos árboles de ese terreno, que luego se los llevaban para trasplantarlos en otro lugar. Esto lo hacía por encargo de los señores Arizpe. Tu abuelo siguió ahí. Lo ocuparon para que empezará a hacer los rehenchidos de lo que decía la gente iba a ser dizque un hospital”.

De la etapa correspondiente a la construcción de la obra negra, así como acabados del edificio principal, no he encontrado ningún dato o testimonio, como también el documento en el que se hace mención a la apertura de este hospital o, al menos, algunos otros certificados que hagan alusión a este hecho, aunque sea indirectamente.

Ya terminado y funcionando el primer cuerpo de este edificio, en 1914, casi para terminarse el mes de abril, en plena efervescencia revolucionaria, el hospital San Vicente pasó de ser regido por un civil, a manos de un militar. El jefe del cuerpo del ejército, quien resguardaba esta plaza, giró una orden fechada el 29 del mes citado. En ella se le hacía saber al doctor y teniente coronel Gilberto Cisero, que ocupara el cargo como director de este hospital quedando de esta manera bajo control del ejército, orden que se hizo efectiva el día 3 de mayo del corriente. El nuevo administrador ordenó al director le facilitara inventarios y documentos, así como todo lo relacionado con el manejo de esta institución para que la entrega de este nosocomio quedara formalizada. Este documento se folió con el número 1872 y se expidió el 7 de mayo de 1914; el 13 del mismo mes y año extendió un oficio el coronel director, en el cual pidió al gobernador su intervención, ante el estado mayor, para reubicar a la gente que se encontraban en el lugar y que había sido agrupada ahí por órdenes superiores y que no contaba con mal alguno: pedía abogara para que estos individuos fueran canalizados a los centros que se tienen destinados para ello, dado que no había razón para que estuvieran ahí, poniendo como opción al Instituto Madero, inmueble que estaba ubicado en la  esquina de Aldama y General Cepeda que contaba con autorización.

La ciudad fue tomada por las fuerzas revolucionarias al mando del general Francisco Villa y, un miércoles 20 de mayo, ocupada sin mucha dificultad, ya que desde la madrugada de ese día empezó a ser desalojada por las tropas federales al mando del general Joaquín Mass, quién ordenó la retirada para evitar un combate formal que de antemano no sería a su favor. En esa huida, el general Mass solapó que los hombres bajo su mando cometieran muchas tropelías, como rapiña e incendio de algunos edificios públicos y comercios.

¿Por qué el nombre San Vicente de Paúl se impuso aquí y en otras partes del mundo a casas de beneficencia y a hospitales? San Vicente se dedicó a socorrer e instruir a los más necesitados. Con estas bases fundó en compañía de Santa Luisa de Marillac el grupo de religiosas Hermanas Vicentinas, que hoy es la agrupación femenina más numerosa, dedicada a estos fines. Este grupo de religiosas auxiliaron por algunos periodos a las instituciones que ocuparon este edificio.

Aproximadamente este inmueble, que estaba rematado por una cúpula alongada, duró 60 años en pie. Se dice que la cúpula no era la original, la primera se derrumbó antes de 1944, año en que se colapsó también la cúpula del templo de San Juan Nepomuceno.

En este estilo de construcción, las molduras, frisos y columnas tienen una presencia muy abundante. Todas las molduras exteriores e interiores de que constaba este inmueble estaban fabricadas primeramente de una estructura de madera con un refuerzo de malla metálica y la forma del tipo de moldura se le daba con un recubrimiento de estuco.

Hospital San Vicente de Paul en Saltillo 1

El Universal Ilustrado, bajo la dirección del escultor Carlos Gonzales Peña, se ocupó en dedicar a Coahuila su número del 6 de septiembre de 1918, en donde plasma los edificios más representativos de Saltillo. Transcribo la opinión de la revista sobre el Hospital Enrique Mass: “Se levanta este bello edificio en la parte más alta e higiénica de la población. Es de fachada elegante y artística, está construido a la moderna y sus diferentes pabellones tienen comodidad, buena ventilación y en lo general todas las condiciones que exige la ciencia médica moderna”.

Desde el día de su apertura hasta su demolición, en 1972, este edificio sufrió varios cambios en su nombre; aparte de Hospital San Vicente, que fue el original, fue conocido además, en honor de sus benefactores, como Hospital Enrique Mass y Trinidad Narro Mass.

El 15 de noviembre de 1935, don Jesús Valdés Sánchez, gobernador en turno, hizo alusión a mejoras y entrega de materiales quirúrgicos. En este comunicado se menciona como Casa de Salud del Estado, en donde a la par, funcionaba también, desde un año antes, 1934, la recién creada Escuela de Enfermería.

Cuando fungía como gobernador del estado el general de división Benecio López Padilla, se le dotó al hospital de una cámara de rayos X para lo que se tuvo que acondicionar en su totalidad el pabellón que se le denominaba número uno para que albergara también el laboratorio, así como el departamento de fisioterapia. En este año de 1943, se terminó la construcción del Pabellón de Alienados (perturbados) con todos los adelantos.

Durante la administración de Román Cepeda Flores (1951-1957) se ofreció este edificio al patronato de la Cruz Roja, pero se mostraron renuentes, haciéndole saber al gobernador que el edificio no se encontraba en condiciones.