La Mujer Fantasma del Ojo de Agua

por Sonia Pérez

Desde hace muchos años circulan rumores respecto a las apariciones, ruidos, visitas nocturnas, tacones y hasta la presencia del diablo en este barrio, el más antiguo de Saltillo.

Se trata del Ojo de Agua, lugar donde muchas de sus calles corren empinadas, pero donde cientos de anécdotas se han generado.

Muchas de estas historias van de boca en boca y basta escuchar a los adultos mayores que conocen a la perfección estos temas.

Entre ellos, hay una leyenda sobre una mujer que aparece, nadie sabe si se trata de la misma que camina en las madrugadas y desaparece, o la que flota en el aire y de repente desaparece entre las calles o de la dueña de los tacones que se escuchan durante las madrugadas.

Pero se habla de una mujer que de pronto aparece como compañía de quienes rondan las calles a altas horas de la noche.

José, el borracho

La historia de una de las viviendas de este sector habla sobre un hombre llamado José, quien habitó en este lugar, doblando la calle Hidalgo.

Muchos lo conocían por su adicción al alcohol; era un hombre que gran parte del año salía de la ciudad, pues su trabajo estaba relacionado con el área rural, cuidando ganado.

José llegaba los fines de semana a su barrio en Saltillo cansado y sediento, eran tantos los días dedicados al duro trabajo del campo que tras recibir su salario destinaba una gran parte a disfrutarlo para él solo.

Tras entregar una parte de su dinero a su esposa, dejaba otra parte, esa era para su única diversión y distracción, que era irse a la cantina al centro de la ciudad, allí se lo gastaba todo y se quedaba hasta que cerraban la cantina.

Esa historia se repetía semana tras semana, cada fin de semana y así es como se volvió común ver a José, regresar por las madrugadas allá por los años 70.

El encuentro con la mujer

Una de esas madrugadas, José volvía a su casa, muy apenas podía mantenerse en pie y en esas condiciones se subió a su bicicleta.

Conocedor del barrio, de la gente, del trayecto que recorría de manera continua, se sentía seguro y no le importaba ni la hora ni el lugar.

Pero ese día, mientras avanzaba en su vieja bicicleta, vio a una mujer sentada en una barda.

Coqueto como era, pensó que esa era la oportunidad de ser cortes y caballero.

Se paró como pudo y le pregunto hacia qué hacía allí. La mujer le contestó que iba rumbo a la Angostura porque había salido de un baile y ya iba rumbo a su casa.

José, no tardo ni perezoso, se ofreció a llevarla a su destino así que la subió en la parte trasera de su bicicleta.

Hasta olvidó la borrachera

La mujer iba sentada con las piernas colgando del lado izquierdo y mientras avanzaban en el frío de la madrugada, José sentía las manos de la mujer quien iba tomado de su cintura.

No hablaban y solo cruzaban palabra cuando José le preguntaba el camino a seguir.

Avanzaron hasta llegar al sur de la ciudad, tomando veredas y pasando la Universidad Autónoma Agraria, los caminos se pegaron a las vías del tren.

De un momento a otro, la joven le pidió a José que la bajara de la bicicleta pues quería ir al baño.

En medio de la oscuridad, José espero respetuoso, dándole el espacio a la mujer quien se había perdido en la oscuridad rumbo a un puente de esos que suele tener el bordo de las vías del tren.

Pero los minutos pasaron, se prolongaron durante casi una hora y la mujer no volvía, así que desesperado, el hombre decidió ir a buscarla bajo ese puente.

Grande fue su sorpresa al no encontrarla pero en su lugar, encontró una vieja cruz, como las que colocan donde una persona perdió la vida y con el nombre de una mujer en ella. Inmediatamente, tomó su bicicleta y huyó del lugar, dándo comienzo unas de las leyendas de Ojo de Agua.