Casa Musical en Saltillo a fines del siglo XIX

por Ariel Gutiérrez Cabello

A mediados del siglo 19, seducidos por la fiebre del oro; los alemanes Agustín Wagner y Guillermo Levien, expertos en la fabricación de pianos, dejaron su natal Hamburgo para embarcarse a California.

El primero de noviembre de 1849 llegaron al puerto de Veracruz y al ver agotar sus ahorros se dieron cuenta que lograr el viaje al norte tomaría más tiempo de lo esperado, por lo que tuvieron que emplearse en un almacén de instrumentos musicales de la ciudad de México.

Wagner y Levien notaron el gran potencial que ofrecía México e hicieron a un lado los planes de viajar, ambos decidieron permanecer en el país.

La casa Wagner & Levien tuvo dos vertientes comerciales; por un lado la fábrica y el taller para la fabricación y reparación de los pianos. En la Exposición Universal de París de 1900, los pianos Wagner ganaron la medalla de oro en la categoría de instrumentos de música por un piano de estilo mexicano.

El otro giro, fue la venta de partituras e instrumentos musicales, únicos en ofrecer partituras de música que se producía en el país. Al incorporar su propia editorial, permitió conocer en gran parte del mundo el trabajo de notables compositores mexicanos, como Juventino Rosas, Clemente Aguirre y Manuel M. Ponce, entre otros.

Debido a la intensa promoción comercial de estos empresarios, para 1880 era la casa comercial más importante proveedora de pianos instrumentos y partituras del país.

Diseminaron obras teóricas, métodos para aprender a tocar, además de biografías de músicos, esto hizo que se incrementara el gusto y aprecio por la cultura musical en el país. Lograron también hacerse de los derechos de muchísimas piezas de músicos mexicanos, como es el caso de la famosa pieza, Vals Sobre las Olas de Juventino Rosas, por la que solo pagaron la cantidad de 45 pesos.

UNA MUERTE QUE MARCA INFLEXIÓN

La sociedad Wagner y Levien se mantuvo hasta 1894, ya que Guillermo Levien murió. Agustín Wagner permaneció como único dueño y bajo su mando abrió en 1890 una sala de conciertos conocida como la sala Wagner, ahí se ofrecían recitales, conciertos y se daban a conocer las últimas novedades musicales.

La expansión del negocio se logró al abrir sucursales en varias ciudades, la primera fue Puebla, después Guadalajara, Monterrey, Mérida, Tampico, San Luis Potosí y Saltillo.

La sucursal de nuestra ciudad abrió sus puertas poco antes de 1917, en un inmejorable lugar, justo en la casa marcada con el número 3 en la esquina de Victoria esquina con Morelos, teléfono 692.

Como en las demás tiendas del país, se vendían toda clase de instrumentos musicales importados de Europa y Estados Unidos. Otra distinción de este negocio, era el ser el único representante en México de marcas exclusivas de pianos como Steinway, Bechstein, Schiedmayer y Rosenkranz.

Además se ofrecían armónicos, automáticos y eléctricos, órganos flautados y para los no ejecutantes de instrumentos, estaban disponibles fonógrafos, discos y rollos para pianolas.

Si en casa de sus abuelos o en la de algún antepasado existió un piano o pianola, seguramente fue comprada en Wagner & Levien, Sucs. S. en C. de la calle Victoria.

TENERLO ERA TODO UN LUJO

No cualquiera podía comprar un piano, solo las familias más pudientes se daban ese lujo, y encima muchas veces el instrumento fungía tan solo como objeto decorativo en la sala.

La mayoría de la gente ni siquiera podía comprar un piano usado.

El modelo más económico costaba alrededor de quinientos cincuenta pesos, lo que equivalía a varios meses de un muy buen sueldo.

El precio de un piano vertical de una marca reconocida oscilaba entre los mil doscientos y mil seiscientos pesos. El instrumento de 88 teclas, 36 negras y 52 blancas, se podía pagar en abonos, con el 25% como adelanto del valor total del instrumento y el resto a cubrirse en veinte mensualidades. Imagínense la emoción de los familiares del comprador al ver llegar el piano.

ENORME GASTO QUE DABA ESTATUS

En aquellos tiempos como ahora, comprar un piano representaba un esfuerzo económico fuerte, muchas veces era casi imposible acabar de liquidarlo.

El sistema de pagos a plazos, logró que salieran una gran cantidad de pianos, pronto regresarían a la tienda por la insolvencia de varios compradores. Para comprar un piano se firmaba un contrato que estipulaba que no se podía vender hasta que estuviera totalmente pagado y si se dejaba de pagar se podía recoger.

Por las épocas de los años 30, la empresa A. Wagner y Levien experimentó dificultades económicas, en varias ocasiones pidió a al Ayuntamiento se le redujeron las contribuciones de su giro mercantil.

Debido en parte a la crisis económica generada por la Gran Depresión de los Estados Unidos, la casa comercial cerró sus puertas en 1934.