La Antigua Calle del Huizache en Saltillo

Por Ariel Gutiérrez Cabello

En 1918, parte de la primera cuadra de la calle Morelos fue dividida por un camellón de pocos metros de longitud, la arteria pasó a llamarse Bulevar Morelos, el cual debió ser el bulevar más pequeño del mundo, con poco más de media cuadra.

La antigua calle del Huizache, hoy llamada Morelos desde 1876, se llamó así por el famoso mesón del Huizache, propiedad de Esteban Múzquiz, el cual estuvo situado sobre el terreno donde hoy marca la casa con el número 218, tiempo después la propiedad pasó a don Antonio Dávila. Muchos llegados a la ciudad hicieron del mesón su casa.

Entre los famosos inquilinos se cuentan a: Don Fermín Espinosa Orozco y su esposa, padres del famosísimo torero Fermín Espinosa Saucedo, Armillita Chico, otros abonados de la familia de toreros, fueron Sixto y Pedro, excelentes peones de brega de Guadalupe Zacatecas.

El inicio de la calle del Huizache iniciaba en la antigua calle del Curato, hoy Victoria, sobre ese lugar y dirigiendo la mirada hacia el sur, en la esquina oriente estuvo la plaza de las Cruces, que sirvió como panteón para los habitantes del antiguo pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, sobre el viejo panteón se construyó en 1849 el mercado El Parián, luego en 1898 dio lugar al añorado edificio del Banco y Hotel de Coahuila, el precioso inmueble estuvo en pie hasta el año de 1965, más tarde se levantó un nuevo edificio que albergó al Banco de Comercio de Coahuila.

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Por la década de los noventa del siglo pasado, a raíz de la creación del Centro Histórico de Saltillo, el edificio de Bancomer fue revestido con cantera rosa, para emular un tanto al desaparecido edificio del Banco de Coahuila. En esa histórica cuadra, Victoria, Allende, Juárez y Morelos, opera actualmente la matriz del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria

Antes de finalizar el siglo 19, en la esquina opuesta del banco, Morelos y Victoria, estuvieron las tiendas de abarrotes El Recreo y El Globo, no confundir con la tienda de Emilio Tamargo. En esa esquina años más tarde, operó la famosa casa alemana Wagner & Levien, negociación especializada en la venta de instrumentos musicales y pianos de la marca W&L, por los años 30 el espacio fue ocupado por la fábrica y tienda de sarapes El Charro. En la década de los 60 en un edificio moderno, estuvo De Llano S. A., donde se podía comprar rollos, películas y productos de ingeniería, contaba con el servicio de revelado e impresión de fotografías, actualmente se encuentra una tienda de sombreros y ropa.

Por el año de 1900, en el antiguo número 5, estuvo una agencia expendedora de periódicos y revistas llamada The Torreon News Company. Recorriendo algunos pasos más adelante en la misma con dirección sur, en el número 7, se encontraban las clásicas casas saltilleras de patio, traspatio, huerta y corral, como la del minero Narciso Cavazos, quien llegó a tener una considerable fortuna gracias a las minas que manejaba en Mazapil, Zacatecas, a un lado existió la residencia de don Leonardo de los Santos y su esposa Clara Lobo, a solo unas puertas, antiguo 18, estuvieron los Laboratorios Niove, propiedad de Juan B. Fernandez.

ALBORES DE LA SOCIEDAD

Por la misma acera encontró su sede la sociedad mutualista Manuel Acuña, al principio inició en una señorial casona y más tarde se amplió unos pasos más al sur donde se construyó el edificio que albergó las oficinas, biblioteca, salones de billar, el salón de invierno destinado para bailes y juegos de basquetbol, baños de vapor y el famoso patio español lugar de los célebres bailes rancheros, amenizados por las mejores bandas de la época, de la histórica sociedad Manuel Acuña, solo queda el recuerdo.

Debido a los pésimos e irresponsables manejos de la directiva, ciertos miembros celebraron un dudoso préstamo; por la falta del pago, el acreedor se quedó con el inmueble. Ante la atónita mirada de ciudadanos y autoridades, de un día para otro el emblemático edificio desapareció.

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Regresamos unos años atrás, sobre la esquina oriente, Morelos y Juárez, frente a la puerta del extinto Hotel Coahuila, estuvo la tienda de abarrotes La Diana, después el local fue ocupado por el sastre David de la Peña, quien regenteaba la sastrería Arte y Capricho, más tarde don Miguel Rodriguez abrió la sastrería y planchaduría a la que llamó La Única, justo al lado, en la década de los años 60 se abrió el local de la fotografía de Eduardo Montenegro Morones, hijo del también fotógrafo Félix Montenegro y Rosa Morones, el estudio fotográfico cerró sus puertas antes de finalizarla década de los noventa.

La histórica calle del centro de Saltillo tiene grandes y variadas historias qué contar

Nuestro recorrido empieza por la primera cuadra de la antigua calle Huizache, hoy llamada Morelos. Nos situaremos en el tiempo de 1870 y en el espacio en la esquina de Morelos y Victoria, justo en el antiguo mercado El Parián, en la esquina opuesta estaba el cajón de ropa de don Florencio Llaguno llamado La Reynera. Años más tarde, el señor Llaguno abrió en la esquina S.E. de Morelos y Ramos Arizpe la botica a la que llamó Morelos.

Seguro alguno de nuestros antepasados compró en la tienda de abarrotes de don Sabás Gutiérrez, antiguo número 4, o en local C, en la abacería de don Esteban Villarreal. La antigua oficina de correos existió por un tiempo donde topa la calle Juárez. A un par de puertas, tuvieron sus respectivos despachos: Tomás Berlanga, abogado y autor de la Monografía de Saltillo y su colega Arnulfo García. Por la misma acera se situaba el consultorio del doctor estadounidense Santiago E. Smith y el templo de la iglesia presbiteriana.

En la esquina N.O., de Ramos y Morelos, existe hasta nuestros días una espléndida casona que data de mediados del 19, los muros del segundo se quedaron a la mitad, los firmes medios muros de resistente piedra caliza siguen a la espera de mejores tiempos. En la esquina de enfrente quedó la icónica Botica de Guadalupe de don Juan Martínez Villalobos, tiempo después fue la oficina de express, en la misma cuadra se hallaba el almacén del afamado comerciante Adelaido López y la agencia de ixtle de otro rico negociante Alberto Álvarez.

El libro Historia de la Ciudad de Saltillo de Pablo Cuéllar, nos dice que, en la esquina S.O. de Morelos y la antigua calle del Sabino, hoy Pípila: “existió una matanza de animales chicos, delante estuvo la tienda La Vaca, la cual dio nombre al barrio”. En contra esquina, S.E. residió Sebastián Rosán Bertrand, comerciante originario de La Fouillouse, Francia, dueño de la tienda de ropa Las Novedades, localizada en Aldama y Zaragoza.

Al pasar la calle de Pípila hacia el sur, se levantaba la casa del señor Valeriano Ancira Ibarra y su esposa Genoveva Sánchez Flores. El matrimonio arribó a la ciudad en 1870 procedentes de Sabinas Hidalgo, Nuevo León. La singular pareja, con base en muchos ahorros llegó a acumular una considerable riqueza, sin embargo, vivían con humildad y en la más estricta economía, a pesar de poder tener ropa de buena calidad ambos vestían de manera muy sencilla, con recia costumbre sus compras de alimentos eran del más bajo precio, don Valeriano constantemente le replicaba a su esposa Genoveva: “Ten cuidado con los gastos menores que los gastos grandes sólo se cuidan”.

Valeriano Ancira fundó de manera informal su propio banco, distintas personas acudían por préstamos sin fijarse en los réditos que se les cobraba, en poco tiempo se hizo de grandes cantidades de dinero por los ventajosos préstamos.

El Ayuntamiento vio con preocupación la actividad de aquel usurero. En sesión extraordinaria los regidores tomaron el acuerdo y dictaron una disposición con el objeto de frenar al prestamista, se comisionó al síndico del Ayuntamiento el señor don Luis García de Letona, para notificarle personalmente. La disposición marcaba un alto impuesto y una multa por cada préstamo que quisiera efectuar, don Valeriano acató sin objeción la orden de la autoridad.

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A pesar de aquella carga tributaria, varias personas seguían pidiendo dinero al señor Ancira. Don Valeriano les decía: “No podemos hacerlo, ustedes saben la disposición del Ayuntamiento y no queremos dificultades”. Las urgidas personas que requerían de los préstamos, proponían pagarle el impuesto y la multa, por lo que don Valeriano accedía: “Pues así, si puede haber operación, pero les advierto que de la cantidad en efectivo qué les voy a prestar, además de descontar el premio, intereses adelantados, les cobro el impuesto y les voy a rebajar la posible multa que me lleguen a imponer”. Con tal de conseguir el efectivo, los solicitantes terminaban por acceder. Los síndicos del Ayuntamiento se dieron cuenta que la disposición dictada fue contraproducente, pues Valeriano y su esposa habían ganado muchísimo más dinero que el Ayuntamiento, al cobrar el rédito, el impuesto y las supuestas multas, de inmediato se convocó a otra sesión extraordinaria con el propósito de derogar la disposición.

La fortuna de don Valeriano llegó a sumar diez millones de pesos. Fernando, uno de los hijos de don Valeriano estudió en el Colegio de San Juan y después en Estados Unidos, se tituló como abogado en París, fue diplomático en Bruselas, de vuelta a nuestro país se estableció en Monterrey, trajo consigo los planos de un hermoso hotel de lujo de cinco pisos, el cual construyó entre 1907 y 1912. Fernando Ancira murió a los 43 años mientras presenciaba una corrida de toros, después de su muerte el hotel fue nombrado Gran Hotel Ancira. En su tumba se lee el epitafio: “¡En verdad os digo que vale más dar que recibir!”.