La Calle del Reloj – Leyenda de Saltillo

Corrían los días fríos de 1725 en la villa de Santiago del Saltillo. En la Catedral de Santiago crecía un huerto que se extendía hasta la parte posterior y era cercado por una barda que llegaba hasta la calle Real de Santiago, que actualmente es la calle General Victoriano Cepeda. 

En esa barda terminaban la calle del Cerrito, al sur y la calle del Reloj, al norte. Una parte de ella fue derrumbada cuando el huerto y la casa parroquial fueron expropiados, tras la Reforma, uniéndose así las dos calles que hoy son una sola: la calle de Bravo. Los mayores aún recuerdan porqué antes de ser Bravo Norte, fue conocida como la calle del Reloj. 

Cuenta la leyenda que el capitán Mathías Aguirre, hijo del general del mismo nombre quien había gobernado la provincia y parte de una estirpe de reconocidos militares, habitaba una casona en la calle del Campo Santo (actualmente Juárez). Allí se dirigía una noche, al volver de una boda en la calle de las Barras (hoy Múzquiz). 

Rozaba la media noche, por lo que los serenos habían apagado ya los faroles de sebo de las calles (tarea que realizaban al dar las 10), sólo la luz de los astros iluminaba a medias el andar de don Mathías, quien quiso acompañar con un cigarrillo su solitario y nocturno trayecto a casa. 

Pero no encontró su mechero. Llegando a la rinconada de la Vicaría notó la presencia de un caballero, que para su buena fortuna en ese momento, encendía un cigarrillo. Don Mathías se acercó pidiéndole fuego a lo que el caballero accedió amablemente. El capitán agradeció el gesto y se retiró. 

Había avanzado unos pasos cuando el reloj de la capilla hizo sonar sus 12 campanadas. Al escucharlas, el capitán se le ocurrió cerciorarse de tener la hora correcta, por lo que buscó en su bolsillo el reloj de oro que su padre, el general, le había regalado. Pero no lo encontró. 

Así que de inmediato volvió corriendo al sitio donde el caballero le había dado fuego. El hombre continuaba ahí y sin pensarlo, el capitán Mathías lo amagó colocándole su daga en el cuello y furioso, le ordenó que le entregara el reloj. 

El caballero, sintiendo la daga hacer ya presión en su garganta, se contuvo de replicar cualquier cosa, mientras el capitán había logrado tomar el reloj guardándolo en su bolsillo y se alejaba renegando de la delincuencia. 

Al llegar a su casa, entró en su habitación y se fue despojando a oscuras de sus pertenencias para colocarlas en el buró, junto a la cama, incluyendo el reloj con su cadena también de oro. Al encender la vela, le sorprendió ver que sobre la mesa de noche había dos relojes muy parecidos. Comprendió de inmediato que había olvidado el suyo y que había despojado al caballero del otro, sin razón alguna. 

Apenado y agobiado, don Mathías no pudo dormir. Así que tan pronto amaneció envió a todos sus subordinados a localizar al caballero del reloj para devolvérselo y ofrecerle una disculpa, pero nunca pudieron encontrarlo. 

Por años la versión de que Satanás quiso dar un susto a don Mathías fue la conclusión general. Y esa es la razón por la que la voz popular llamó a la rinconada La Calle del Reloj.

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