Por Ariel Gutiérrez Cabello
El desnivel fue construido para evitar que las vías del tren (1953) interrumpieran el flujo vial en la calle Allende
Esta importante obra vial une la calle Allende con el bulevar Venustiano Carranza.
Lo que decidió su construcción fueron dos cosas, un trágico accidente donde una familia completa perdió la vida al tratar de cruzar las vías; la segunda razón, el tiempo que se perdía y las constantes molestias, ya que el tren circulaba por los antiguos patios de Ferrocarriles Nacionales de México y cortaba el paso de los vehículos que entraban o salían de la ciudad.
Las maniobras de enganche y desenganche de los carros, se daban a todas horas, las interrupciones del trafico eran frecuentes y era común tardar cierto tiempo en poder franquear hacia el lado sur o norte de la ciudad.
Diseñado y supervisado por el ingeniero Pablo Cuéllar Valdés, se inauguró en 1953 al final del primer trienio del gobernador Román Cepeda Flores. Su edificación fue motivo de extrañeza y de burlas por algunas personas, pues se argumentaba, en aquella época, que el puente se inundaría en la primera lluvia que cayera, puesto que no tenía sistema de desagüe o algún tipo de bombeo.
El ingeniero Cuéllar junto a su fiel teodolito, advirtió los inconvenientes que presentaba el paso de vehículos y el flujo de aguas pluviales.
La pendiente en ambos lados de la parte norte produce una ilusión óptica que hace ver el puente como si estuviese hundido y cuando llueve se advierte el efecto que el agua corre cuesta arriba.
Hace unos 30 años se cambió la apariencia del puente, al poner unas jardineras con acabados de zarpeado grueso y del color blanco original, el puente terminó de color gris.
Desde hace más de 60 años, el paso a desnivel o bajo nivel como se le conoció en un principio, separa al viejo y al nuevo Saltillo.
Recientemente se colocó unas letras que se pueden leer al pasar por debajo del paso a desnivel de norte a sur: “Aquí comienza la historia”.