Leyendas de la Casa de las Canicas 1

Leyendas de la Casa de las Canicas

Por Rodrigo Flores (Periódico Zócalo)

Uno de los edificios emblemáticos de la ciudad de Saltillo es la casa ubicada sobre la acera norte de la calle Victoria, a unos cuantos metros de cruzar Xicoténcatl, misma que ha sido testigo del paso de los años y del crecimiento territorial de la ciudad, la cual alberga una misteriosa historia, la cual pocos personajes saltillenses conocen y otros prefieren callar.

Envuelta en leyendas urbanas, la casa data de los años 30, cuando era ocupada por la familia Guajardo, de quienes pocos datos se tiene, y donde el rastro se perdió por los años 60, donde fue la última vez que se les vio por la ciudad, ya que emigraron a Monterrey para seguir con su vida.

El arquitecto Jesús Ricardo Dávila, escritor saltillense y especialista en historia, vivió la época en que aún la casa se encontraba habitada, misma en la que vivían dos señoritas, hijas de los propietarios de la casa, a quienes apodaron “Las Canicas”.

“Recuerdo que esa casa era de dos señoritas ya grandes. Eran chaparritas, güeras, de ojos claros y eran muy movidas, andaban para todos lados vendiendo conservas y cosas que ellas hacían”, recordó Ricardo Dávila, quien era apenas un chiquillo cuando las dos señoritas, de quienes no se tiene nombres, habitaban la gran casa construida a principios del siglo 20.

Fue así como el mote de “Las Canicas” se les quedó a estas mujeres, por lo que desde esa época hasta la actualidad la casa se le conoce como “La Casa de Las Canicas”, gracias a la singular característica de las dos habitantes, quienes eran mujeres muy trabajadoras y muy reservadas.

“En la esquina de Victoria y Xicoténcatl había un carro de sitio, y los señores les pusieron ‘Las Canicas’, porque parecían caniquitas que andaban para todos lados. Como eran chaparritas, gorditas, pues parecían canicas, entonces a la casa comenzó a llamársele así”, dijo el historiador.

Recuerda que las mujeres ya eran grandes, tenían entre 40 y 50 años, las cuales habían heredado la casa debido a que sus padres murieron, sólo tenían un hermano en Monterrey.

Los padres de dichas mujeres eran gente de abolengo, terratenientes, los cuales construyeron en la parte trasera de la casa bodegas para almacenar el trigo y maíz que sembraban en sus tierras, lo cual les trajo más fortuna de la que ya poseían, por lo que se daban lujos que pocos en esa época podían tener.

Es por eso que el espléndido estilo de vida y los lujos que se daban, se veían hasta en las puertas y ventanas que daban a la calle Victoria, las cuales estaban construidas de madera importada de los Estados unidos, y había vitrales hermosos que le daban un toque especial a la casona.

“Las puertas eran de madera bastante fina, de pino americano, en ese tiempo se utilizó mucho el pino americano por la facilidad de traerlo de Estados Unidos, era un material muy barato, fácil de trabajar, esa casa tenía vitrales de colores, madera americana, muy bien hechas las puertas, los marcos, era una casa hermosa”, comentó Ricardo Díaz.

“Cuando muere una de las hermanas, la que queda se va a Monterrey a vivir con el hermano, comienzan a rentarla y la primera persona que la renta fue para un salón de belleza; ‘Salón de Belleza Margot’ se llamaba, de la señora Margarita de la Cruz”, dijo.

En los años 70 la casa queda abandonada, y nadie la vuelve a ocupar hasta 2009, cuando sufre su remodelación de fachada por el Patronato del Centro Histórico de la ciudad, y donde actualmente se encuentra un estudio fotográfico.

Durante más de 30 años que se encontró vacía, sufrió daños severos en la estructura, lo cual le dio un toque tétrico y dio pie a la creación de leyendas urbanas.

Estructura única

La casa es una de las arquitecturas clásicas de la época en Saltillo, hecha con cemento, el cual no fue utilizado para la construcción como en la actualidad, sino para la decoración de la fachada, debido a que comenzaba a entrar en el ramo constructor, y llegaba apenas de Estados Unidos a México.

Es una de las pocas casas construidas en Saltillo de esa forma, y en las que se utilizó el cemento para su decoración, cuando comenzó a implementarse en la ciudad, misma que tiene un sello característico de la época, el cual consistía en dejar un espacio entre la calle y el comienzo de la casa.

Estilo diferente a las casas construidas en el siglo 19 y principios del 20, las cuales se desplantaban en el límite de la propiedad y ésta se planta en el interior, dejando una transparencia entre la banqueta y la vivienda que no se daba anteriormente en el sistema constructivo saltillense, como en Estados Unidos y Europa.

“Arriba hay cinco habitaciones, está muy bien dividida, es un proyecto muy bien realizado porque toda la parte de abajo es como un área social para invitados, porque hay cocina, cocineta, las bodegas de la cocina, está una sala de estar, un recibidor, pero no hay habitaciones, toda el área íntima está arriba, hay cinco recámaras arriba con baño y vestidores”, mencionó el arquitecto.

En la parte trasera de la casa se encuentra el sótano, el cual ha sido vinculado con leyendas urbanas, las cuales han pasado de generación en generación, pero las cuales nunca han sido confirmadas, y de las cuales no hay registros históricos de que hayan sucedido.

“El sótano queda en la parte de atrás, no está en la parte delantera de la casa, es un sótano no muy alto, pero me imagino que como antiguamente era para guardar comida, y grano, lo que pudieran, porque sí da más servicio a la parte de la cocina que a lo demás, es una entrada franca, no es como secreta”, manifestó el entrevistado.

La innovación de la época fueron los moldes prefabricados, mismos que hasta hace un par de años se encontraban en la parte trasera de la vivienda, donde ahí mismo se construían las piezas de la fachada que se dañaban y eran reemplazadas.

La parte del balcón está fabricada con columnas, figuras que no son de ladrillo, sino de cemento, y fueron hechas por separado, ya que se tenían los moldes donde se vaciaba el cemento, los cuales estaban hechos de yeso, donde vaciaban el material para obtener la figura prefabricada.

Hace un par de años, cuando se ingresó a la casa para su reconstrucción por la remodelación del Centro Histórico de la ciudad, aún se encontraban algunos de estos moldes en la casa, los cuales hablaban de la construcción de leones, vasijas, guirnaldas, mismos que se habían conservado para contarnos un poco de la historia del cómo fue que se edificó dicha vivienda en la ciudad.

Hasta la fecha se han contado distintas versiones de lo que ha pasado en la casa. Se dice que llora un niño cuando los últimos rayos del sol comienzan a desaparecer, se dice que se ve la imagen del diablo en una de las paredes, y hasta se llegó a comentar que los dueños regalarían la casa a quien tuviera el valor de pasar una noche entera en el interior, cosa que nunca sucedería, ya que según dicen, las cosas que se ven en el interior son para ponerle los pelos de punta a quien sea.

El niño que llora

A pesar de la remodelación que se le dio a la casa, parece ser que los espíritus que hay en ella se niegan a dejarla, ya que hasta la fecha, la más reciente leyenda que se dice acerca de este misterioso inmueble es acerca del llanto de un niño, el cual se escucha en la parte trasera del domicilio.

Personas que han presenciado este hecho paranormal mencionan que durante la caída del sol comienza a escucharse el llanto, mismo que se desvanece al momento en que uno se acerca hasta donde sale el sonido, y todo queda en silencio de nueva cuenta.

Este hecho se adjudica a principios del siglo 20, cuando la casa se encontraba en su apogeo, y había servidumbre que atendían todos los servicios requeridos por los propietarios de la hacienda, en la cual había caballerizas en la parte del fondo, donde tenían animales y guardaban comida y semillas.

En este lugar trabajaba Yolanda, quien era la empleada doméstica más hermosa de todas. Trabajadora y muy servicial con los patrones, por lo cual se ganó la confianza de todos en aquella época.

La inocente chica, que venía de un ejido cercano a la ciudad en compañía de sus padres, cometió el error de enamorarse del patrón de la casa, un hombre poderoso y de “ojo alegre”, quien no desaprovechó la inocencia de Yolanda y comenzó una relación a escondidas de su esposa, con la bella joven.

Para su mala fortuna, ella quedó embarazada al año de la furtiva relación, y por temor a romper con su patrón, de quien estaba perdidamente enamorada, ocultó su maternidad y siguió con su vida normal.

Conforme pasó el tiempo el embarazo no pudo ser ocultado y el patrón se percató de lo sucedido, por lo que decidió hablar del hecho para no manchar su apellido y no romper con su matrimonio.

Se citaron en la parte de las caballerizas, la joven asustada acudió al llamado de su jefe, y éste le reclamó por su embarazo, diciéndole que no se haría responsable del bebé y que era mejor que no dijera nada, ya que su poder era inimaginable y la pasaría muy mal.

La joven se encontraba en su sexto mes de embarazo, y debido a la impresión que le causó el rechazo de su jefe, comenzó a sentirse mal, tuvo un abundante sangrado y se desmayó frente a su patrón, quien al ver a la joven tirada sobre la pastura de los animales, salió corriendo del lugar.

El médico de la familia acudió a ver a la mujer, la cual sufrió un aborto y perdió a su bebé al instante en las caballerizas. Debido a su dolor por la pérdida de su hijo, un día salió de la hacienda sin decir nada a nadie y desapareció para siempre sin dejar rastro alguno.

De ahí viene dicha leyenda, se dice que el bebé que llora es aquel que vio truncada su vida en la parte trasera de la casa a consecuencia del aborto de su madre, la cual sólo dejó un ambiente melancólico y de tristeza en esa parte de la casa, por lo que aún se escucha el llanto del pequeño no nacido.

‘El Rostro del Diablo’

A finales de los años 80 y principios de los 90, estudiantes de la Secundaria Federico Berrueto Ramón, ubicada en la calle Ramos Arizpe, cerca de la Alameda de Saltillo, se aterrorizaban ante la leyenda que envolvió a “La Casa de Las Canicas”, misma que se le llamó “El Rostro del Diablo”.

Dicha leyenda urbana era tomada por los estudiantes como un reto entre los dos turnos, ya que entre ellos hacían apuestas para ver quiénes eran los más valientes para acudir a “La Casa de Las Canicas”, la cual se encontraba deshabitada, y envolvía un misterio que se hizo muy popular en la década de los 90.

Nadie se animaba a entrar a la tétrica casa, y en la noche los ruidos que se escuchaban en la gran mansión aterrorizaban hasta el más valiente, por lo que se decía que nadie podía pasar una noche completa en ella, debido a las cosas que pasaban.

Según comentan, todo comenzó cuando una joven estudiante y otras amigas acudieron a esta casa para invocar a algunos espíritus, como parte de su curiosidad por las cosas que se decían de ese domicilio y las cuales querían experimentar.

Una noche, las jóvenes de quienes se perdió el rastro a través de la historia, acudieron a esta famosísima casa durante la noche para jugar a la ouija. Caminaron por la parte lateral de la casa, precisamente por el pasillo que daba a la parte trasera, y a la mitad detuvieron su marcha para sacar ese artefacto que comunica a los dos mundos.

De pronto, cerca de la media noche comenzaron a experimentar manifestaciones espirituales, acompañadas de vientos y ruidos extraños, lo cual las asustó mucho.

Lo impresionante fue que una de estas chicas comenzó a ser posesionada por ese espíritu que merodeaba la casa, sin que pudieran hacer nada por ella, la cual comenzó a gritar y a hablar en un lenguaje extraño, mientras que sus compañeras aterrorizadas se quedaban paradas ante el espectáculo del otro mundo que presenciaban.

De pronto una luz iluminó el pasillo de la casa y la chica se desvaneció en los pies de sus acompañantes, mientras que en la pared poniente del domicilio se quedó grabado un rostro, como si estuviera pintado, mismo que al verlo con detalle se percataron de que era el “rostro del diablo”, por lo que de inmediato salieron corriendo de la casa, sin que nadie supiera más de aquellas chicas.

Los hechos poco a poco se fueron divulgando en la ciudad, por lo que jóvenes de la Secundaria Federico Berrueto Ramón que pasaban por ese lugar, y que tenían una cierta rivalidad entre los dos turnos, apostaban entre ellos para acudir a la vivienda y quedarse hasta la media noche para ver el rostro del diablo, aunque todo quedaba en intentos, ya que nadie era lo suficientemente valiente para entrar y pasar la noche adentro.

Desde entonces esa mancha quedó grabada en la pared del pasillo que lleva hacia la parte trasera de la casa, el cual, según cuenta la leyenda, a la media noche, cuando la poca luz de la calle Victoria pega sobre ésta, se aparece el rostro del demonio, motivo por el cual nadie se atreve a entrar a esta casa durante la noche.

El tesoro escondido

Otra de las historias que rondan la casa es la que habla sobre un tesoro escondido, el cual fue sepultado por los primeros habitantes, personas que tenían dinero de sobra y que por seguridad escondieron en algún punto del domicilio.

Según se dice, el propietario de la vivienda era un hacendado rico, quien guardaba sus baúles de dinero en la casa debido a que en aquella época no había bancos, y lo más común era tenerlo a su alcance, guardado en cajas fuertes o en algún escondite que no fuera muy llamativo para los curiosos o ladrones.

Cuenta la leyenda que dicho personaje escondió sus baúles en la parte trasera de la entonces hacienda, así como en el interior de la casa, sin decir ni a sus propios familiares dónde se encontraba su fortuna, por lo que el día de su muerte nadie supo el paradero de la fortuna.

Fue entonces que el nuevo propietario se dio cuenta de que había un tesoro en la vivienda y comenzó a cavar pozos en diferentes puntos de la casa, sin saber qué se encontraría, por lo que pedía a sus peones que cavaran jornadas completas sin mencionar nada del dinero.

Así fue como comenzaron a hacer túneles en la parte baja de la vivienda, o enormes pozos en la parte trasera, hasta que un día uno de los trabajadores más fuertes que tenía aquel hacendado dio con uno de los tesoros escondidos, el cual se encontraba en la parte trasera de la casa.

Al parecer, el propietario de dicha casa había dado con el punto donde se encontraba uno de los baúles con dinero que el primer dueño había escondido, por lo que pidió a su trabajador comenzara a cavar en un punto estratégico y a una profundidad considerable.

El peón cavó todo el día hasta que llegó el dueño y le pidió que parara de trabajar, orden que el hombre acató sin pedir explicaciones, por lo que salió del pozo que había hecho, y se fue del lugar, no sin antes escuchar de voz de su patrón que estaba despedido.

La razón de su despido la supo hasta después de un par de días, ya que según contó aquel hombre a sus antepasados, momentos después que él fue despedido, el patrón bajó al pozo y cavó unos cuantos centímetros, encontrando un baúl lleno de monedas de oro, el cual sacó y se fue de la casa sin dar explicaciones, llevándose consigo uno de los tesoros enterrados, y la incógnita de dónde se encontraban los demás baúles.

Hasta hace un par de años en la parte baja del sótano, y en algunos puntos cercanos a la cocina y chimenea de la casa, se podían observar excavaciones, debido a que aún se escucha la leyenda del tesoro escondido, el cual ha llegado hasta nuestra época, y se ha convertido en una atracción para los cazafortunas de nuestra ciudad, quienes aprovechaban que la casa se encontraba abandonada, para buscar con ansia aquella fortuna.

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