De Froylán Mier Mier
Ubicado entre la calle Real, ahora Hidalgo, y la calle del “Cerrito”, actualmente Nicolás Bravo, está el callejón del Truco, denominado también De Santos Rojo; a un costado se encuentra la Capilla del Santo Cristo.
Hace más de cien años, en ese lugar un individuo de origen francés de oficio pastelero, se ponía en la plaza principal para vender su mercancía. A la hora de las ánimas establecía su puesto: un brasero; una mesita de madera; una canasta de palma llena de pasteles para ser horneados y servirlos calientes; un arpillera con carbón vegetal; una tinaja de barro que servía de horno ambulante y que se colocaba sobre el brasero, y un velón de hojalata, sobre un pie, con depósito de sebo y su mecha de borra de algodón.
Un día el Alcalde ordenó que se quitara de allí porque daba mal aspecto con su cocina ambulante; el pastelero se fue y se instaló cerca de ahí en la esquina de la misma calle real y el callejón que hoy se llama del Truco.
Este nombre nació, del pregón del pastelero: “Pasen marchantes; aquí hay ricos pasteles y trucos a cinco por un real”. Los trucos consistían en una especie de tubos de harina con alguna preparación especial, que al ponerse al fuego, se rellenaban por si solos de una pasta melosa con natural sabor a frutas que era muy gustada y apetecida.
Alguien pregunto al pastelero, que por qué le llamaba trucos a aquellos panes.
-Le parece a Ud. poco el truco, -le contestó- de que meta yo un pedazo de harina dentro de la tinaja y resulte lo que usted está saboreando?-
Desde entonces se conoce aquel Callejón con el nombre del Truco.
Lo curioso del caso es, que según se cuenta, el pastelero de los trucos emigro poco tiempo después de Saltillo, se estableció en la ciudad de México con el mismo negocio y fue uno de los ciudadanos franceses, cuyas perdidas, multiplicadas hasta lo inverosímil, originaron la invasión francesa de 1838, que se llamó la “Guerra de los pasteles”.